lunes, abril 28, 2008

SIN (más) /1

Fatalmente no sé que sucedió. Quizás forzosamente de una manera sutil se alejo. Quizás yo no este hecho para el amor. Para su amor. Pues ella ya tiene a su amor. Una mueca de oscuridad fue su mirada trastocada de movimientos agresivos. Subió a un taxi y se fue. Me martillo la cabeza para saber. Saber. Quién te separa las articulaciones cuando te mira, quién te deja zumbando el corazón cuando te abraza, quién te arrastra hasta una nube de cuatro pisos, con ascensor y escaleras. Quería caminar, hasta mi casa…entender. O llegar más lejos, a la nube. Caminar. Pensar. Entender. Me dejó impactado, desorbitado, irrisorio, invisible…eso me dejo invisible. Supuse mil cosas, supongo mil cosas. Escribo. Me lo saco de adentro. Pero qué. Qué hay adentro. Quiero odiarla… ¿eso? No lo sé. Suspiro, respiro… hondo. No me enojo… o si. Y cuando menos me lo espero, me da un beso… esos besos que te hacen olvidar donde estas parado, que detienen la traslación y la rotación, que subsumen los polos y te dejan con un escalofrío que guardas en un bolsillo con pelusa, para que ese beso no te robe el alma. Será esta noche, será lo mejor… pero no fue una buena noche. No me dijo nada. Balbuceaba, susurraba, me pregunto algo… me dijo otra cosa que no escuche bien y con los dientes apretados giró. Orgullosamente me fui, con las manos tanteando como un ciego. Mirando con diez ojos y buscando un consuelo. Algo me quema, arde, me asfixia, busco desesperado aire fresco. Camino. Pienso. No entiendo. Soy detestablemente enamoradizo, y odiosamente novelesco. Tal vez me sea más fácil pensar que no tenía ganas de verme, hablarme, acercarse. Y entonces todo tiene coherencia. Su perspicacia entonces engaño a mis sentidos. Me duermo en una silla y parado la estoy mirando, me sostiene para que no me caiga y despierto aturdido por el portazo del taxi. La llevo a su casa. Me bajo, abro la puerta y la oscuridad me acerca su perfume. Rezumba una mosca y despierto en la silla, recordando el sueño en que la pensaba claramente y pierdo el hilo de lo que escribo. Pues su fastidio es mi respuesta, sin yo haber hecho la pregunta. Y no dejo de pensar en ella.