sábado, abril 05, 2008

AMATORIO

El amor como motor de mi vida. Lo tengo claro, es así. Inquietante momento de pasividad… pero no. Momento de locura total. Ese amor. Me encanta el enamoramiento, ese relámpago, ese conjunto. Pero dicen que no es lo mismo que el amor. ¿Por qué? Me niego. Eternamente debería ser lo mismo. Sorprender, transformar, mover… eso, amar. Me niego a caer en una rutina de amor, de caricias, de besos, de “te amo” diseminados, tirados, escupidos, vomitados como si fueran “buenos días”. Me niego a la querencia de lo automático, al regalo esperado, a la cena de siempre, al amor cotidiano. Me niego a no tenerte, pero más me niego a tenerte. Porque sos la costumbre de mi corazón. La rutina de la aceleración de mis latidos. El juego sin reglas de un amor atrevido. Quiero sorprenderte, transformarte, moverte… siempre. Que mis labios olfateen un lugarcito nuevo cada vez que te tengo cerca. Que mi piel tenga escalofríos abrazada de tus manos. Hurgarte cada rincón de tu cuerpo, encontrarte otro lunar, buscarte la sensibilidad. Por qué el amor nos vuelve indelebles para el otro, y sabemos que así lo extrañamos menos, que así lo pensamos menos, que así sonreímos menos. Para qué somos imborrables, inseparables… y cada vez que nos vemos llega el fastidio, el aburrimiento, el juego empatado, el tiempo interminable. Ese tiempo de horas que antes eran segundos, esa prorroga de tiempo por la que matábamos y ahora no queremos que llegue; esas noches que siempre eran distintas, escurridizas, divertidas y que hoy son secas, inmóviles, paralelas. Vivamos en el enamoramiento, aunque sea intentémoslo. No derrochemos el amor en un vaso de costumbre, de amargura. Cuidemos de lo especial, y hagamos que siempre sea especial. Porque cuando lo especial se vuelve normal, uniforme, común, pues el amor ya no será amor…será otra cosa, pero no amor. Será quizás un tú y un mí juntos, será una persona que nos cuida, alguien a quien llamar… seremos dos que nos apreciamos. Dónde dejamos las lágrimas, las sonrisas…aquello que nos sorprende, eso que no esperamos… que nos emociona. El amor como un circo, como un teatro…el amor como un “te amo” en el oído, en una carta, en una mirada… Un beso que te lastima el labio, o una caricia que te deja perfume. Un esperar ansioso, con la transpiración de los nervios, la incertidumbre de las miradas, de los roces… las ganas de un beso, de desnudarnos, de escucharla… de mirar sus hombros, de caminar sus piernas. Pensemos en el amor como lo interminable de conocer a una persona… a esa que amamos, no pensemos que ya lo sabemos todo, pues en ese momento la estaremos perdiendo. Se estará alejando, se estará sorprendiendo que ella misma no se conoce y en la confusión de su pecado por creerte, por acostumbrarse a vos, se estará yendo. No pensemos que llegamos al horizonte, el sol es siempre igual…pero un amanecer vale la pena tanto como un atardecer, de su mano, en silencio…o corriendo a los gritos, siempre es distinto… y maravillosamente lindo. A amarle a ella, que lo necesita(mos).